
Madriz entrevista a la collagista, bordadora e ilustradora Maite Ortega.
Fotografías de una familia anónima, postales que nos hacen viajar al pasado, ramas caídas de un árbol, hilos de mil y un colores… La collagista, bordadora e ilustradora Maite Ortega nos invita a conocer su obra y su nuevo taller de bordado sobre fotografía en La Laborteca en esta entrevista para Madriz.
Por Sandra Bódalo
Desde la fotografía y el bordado, pasando por la ilustración y el collage. A priori, puede que estas disciplinas nos parezcan totalmente distintas o que no exista una relación directa entre ellas. Sin embargo, todas ellas, entrelazadas, narran una historia gracias a las petites mains de Maite Ortega. Como las pequeñas manos que se esconden tras los grandes diseñadores de la Alta Costura, esta joven de 25 años refleja la misma humildad y pasión por el hilo y la aguja.
Collagista, bordadora e ilustradora, pertenece a la Sociedad de Collage de Madrid y colabora en diversos proyectos de ilustración y creación artística. Y este 13 de diciembre se inicia como profesora en La Laborteca (Calle del Meson de Paños, 2) para impartir una clase sobre bordado y fotografía. Como su obra, tímida y delicada, Maite Ortega nos explican entre susurros en qué consiste su trabajo y el taller del próximo sábado.
Naciste en Yecla, estudiaste entre Valencia y Tournai (Bélgica) y ahora vives en Madrid. ¿Por qué decidiste mudarte?
Durante mi Erasmus en Bélgica, me di cuenta de que el valor y la relación con el arte eran muy diferentes a lo que yo conocía hasta el momento. Al acabar mi licenciatura en Bellas Artes, tenía claro que mi ciclo en Yecla y Valencia había acabado y decidí venirme a Madrid para probar suerte. Al principio dio un poco de miedo, pero vine con las ideas claras de trabajar y encontrar un estudio para poder dedicarme a ello desde casa.
¿Qué te atrajo de esta ciudad en un primer momento?
De Madrid siempre me ha interesado la ilustración, el diseño joven, más que el arte contemporáneo. Es una ciudad en la que puedes encontrar una inmensa oferta cultural en galerías como Mad is Mad (C/ Pelayo, 48), actividades muy interesantes en Chueca, Malasaña o el Barrio de las Letras… Siempre hay movimiento que es algo genial. Y claramente en el Rastro o en las mercerías madrileñas me vuelvo loca.
¿Cuándo y cómo empezó tu idilio con las fotografías antiguas?
Mi interés por las fotografías antiguas comenzó gracias a mi abuela. En su casa había una caja de zapatos llena de fotos y cuando la visitaba de pequeña siempre la sacaban y me encantaba verlas una y otra vez. Siempre supe que quería hacer algo con ellas pero no sabía el qué. Así que un día cogí la caja, me fui a mi casa, encendí el escáner y me puse a escanear. Cuando las tenía todas, las imprimí para ver que podía salir de todo eso. Primero con una calidad baja para empezar a jugar con ellas. Empecé a recortar, a coser… Y probando, probando, me iba gustando el resultado pero seguía siendo un juego, no tenía una idea concreta. Entonces, decidí crear una serie con mis fotografías familiares a través de diversas intervenciones. Poco a poco hasta acabar con los ochenta piezas que tengo ahora.
¿Cómo decides qué intervención harás en cada una? ¿La fotografía te lo pide?
Sí, exactamente. Siempre miro las imágenes detenidamente y, en este caso, al ser fotografías familiares pues identificaba quién aparecía en ellas. Según la persona que salía y la situación, eso me llevaba a hacer determinada intervención. Colores pastel si eran niños, destacar a las personas que van de blanco o de negro en un grupo, realzar a una mujer en particular… Mi objetivo era sacar una visión o una idea concreta de cada instantánea. Lo que he notado al cabo del tiempo es que intervengo sobre todo en mujeres y, evidentemente, si aparecían mi madre o mi abuela era mucho más cuidadosa a la hora de trabajar. Esa serie se acabó llamando Recuerdos orgánicos, ya que en las imágenes solía destacar órganos con la intención de revivir el pasado o darle importancia a esas personas en el presente.
Desde esa serie, tu trabajo y tú habéis ido evolucionando de la mano. ¿Hacia dónde crees que te estás dirigiendo?
Decidí cerrar el proyecto de Recuerdos orgánicos porque era un trabajo muy personal que no quería seguir alargando. Pero como las fotografías antiguas me seguían apasionando, no quise abandonar esa parte. Un día en el rastro de Valencia, encontré un álbum familiar lleno de fotografías, postales, mil cosas… Y decidí trabajar con ellas, sin saber quiénes eran y ver cómo reaccionaba ante una cara anónima. Al no conocer a sus protagonistas, me di cuenta de que me sentía más libre de intervenir la imagen, sin miedos ni límite alguno. A partir de ese momento, he seguido trabajando fotografías anónimas con una técnica de bordado mucho más pulida e incluyendo diferentes materiales. Sinceramente, es una técnica en la que me siento muy cómoda ahora mismo.
Habitualmente eliges fotografías antiguas o postales en blanco y negro. ¿Por qué? ¿Te consideras una nostálgica?
Me gustan porque son objetos muy valiosos, aunque quizás la gente no lo valora, pero para mí son tesoros. Cuando los veo tirados por ahí de cualquier manera, decido rescatarlos o apropiármelos de cierta manera. Esas fotos pertenecían a una familia y las personas que aparecen ahí tenían una vida… y tirarlos me parece algo horrible. Además, al ser en blanco y negro, aplicarles bordado o color es más sencillo y me gusta mucho más el resultado. Creo que en un futuro también trabajaré con imágenes en color, pero ahora mismo, lo que me atrae es la estética en blanco y negro y la nostalgia que le acompaña. Al fin y al cabo, mis proyectos personales son siempre con fotografías. De hecho, el próximo ya tiene nombre y se llama Héroes de lo cotidiano. En cierto modo, me apropio de esas imágenes y recuerdos que encuentro, los convierto en mi familia personal y les doy las cualidades que quiero a cada uno.
Cada vez te has ido especializando más en el bordado y la costura. ¿Siempre te has interesado en estas técnicas artesanales o es algo que has descubierto a raíz de tu primer proyecto?
La costura, el bordado, los hilos… es algo que siempre me ha llamado la atención. De pequeña veía a mi madre y a mi abuela coser de vez en cuando, pero no aprendí hasta que me apunté a clases. Durante la carrera de Bellas Artes, empecé a experimentar con el hilo y quise incluir este material en mi trabajo de final de carrera. En él, a través del hilo unía los lunares de las personas para sacar a la luz las constelaciones de cada uno. Y poco a poco, seguí trabajando e interesándome por este trabajo de una manera más profesional. Aunque mi generación todavía siente que coser o bordar es algo pasado de moda o una manera de degradación de la mujer, yo no lo veo así.
Desde tu llegada a Madrid hace dos años no has parado de asistir a cursos y talleres, ¿cuáles han sido tus favoritos?
El primero de todos fue en la tienda-taller de PeSeta (Calle Noviciado, 9) donde aprendí a coser a máquina. Por ejemplo, a partir de esta clase, empecé a hacer bolsitos para regalar a mis amigas, en los que incluyo bordados y también estoy probando a hacer collage con bordado a máquina. Y también algunas prendas de ropa sencillas para mí, o para hacer el proyecto final del curso Workshop semestral de diseño de moda de La Casita de Wendy. Mientras que los talleres de bordado en La Laborteca (Calle del Meson de Paños, 2) me han hecho aprender mucho para mejorar mi técnica en las fotografías bordadas y en mis obras en general.
¿Cuándo decidiste hacerte collagista?
Mi primera serie de Recuerdos orgánicos ya era collage aunque no fuera papel con papel. Pero empecé a dedicarme más seriamente a esta técnica tras un taller con Sean Mackaoui en la primera edición de Ilustrafic en Valencia. Y la verdad es que me encantó porque nunca había estado en un taller de collage, siempre había experimentado por mi cuenta. Cuando llegué a Madrid quise continuar con esta experiencia de talleres en grupo y así conocí la Asociación del Collage de la que formo parte desde hace más de un año. Una manera de juntarse para “jugar”, recortar piezas y ver lo que puede surgir, pero sobre todo dar a conocer esta técnica que antes no estaba tan valorada. Así como hacer una intervención en el Mercado de Antón Martín hasta una exposición conjunta sobre Julio Verne en el Museo del Romanticismo. Estas manifestaciones o los fanzines que editamos son muy interesantes porque aunque todos hacemos collage, cada uno tiene su visión personal y el resultado final siempre es muy diferente.
El próximo sábado 13 de diciembre organizas tu primer taller de bordado en La Laborteca. ¿En qué consistirá?
En este taller quiero enseñar a la gente cómo intervenir una fotografía. Si son personales mucho mejor porque el resultado suele ser más atractivo, pero si son anónimas también puede salir algo muy divertido. Y a través de estas imágenes, explicaré varios puntos básicos de bordado para aportarle un toque más personal a esa foto. Primero una imagen sencilla para seguir con un trabajo más complicado donde le daremos más importancia al bordado.
Y para acabar, ¿cuáles son los futuros proyectos de Maite Ortega?
Estoy empezando a trabajar con objetos muy pequeñitos porque siempre me he sentido muy cómoda con ello. Aunque sean cosas muy chiquititas pueden salir cosas muy bonitas y creativas aunque sencillas. Personalmente, pienso que una artista siempre tiene que experimentar y probar cosas nuevas. Por eso, actualmente también he comenzado a bordar sobre madera, cartones y otros materiales y, también, a realizar pequeñas obras tridimensionales. Aunque mi trabajo más reciente es una nueva colección de fotografías bordadas donde los protagonistas son niños protegidos por animales. Esta serie la he bautizado como Protección Animal, y que empecé a partir de un libro que encontré de arte folk chino, en el que protegían a los niños a través de su simbología.
Fuente: Madriz
.
Deja una respuesta